El operador. La historia del SEAL que mató a Osama bin Laden by Robert O'Neill

El operador. La historia del SEAL que mató a Osama bin Laden by Robert O'Neill

autor:Robert O'Neill [O'Neill, Robert]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Crítica
publicado: 2018-02-26T23:00:00+00:00


Llegaron informes de espionaje que mencionaban tres importantes complejos llenos de terroristas, todos ellos en la misma zona. Decidimos que era el momento perfecto para poner a prueba esas nuevas ideas. Sería una gran operación conjunta. En la sesión informativa dijimos:

—Vamos a introducir una variación. Aterrizaremos a cinco minutos de allí y entraremos, porque no nos oirán y podremos colarnos en los complejos.

Todo el mundo estaba de acuerdo.

Aterrizamos en un lugar remoto y, en plena oscuridad, iniciamos la caminata. Al principio solo había arena, una extensión de desierto. A medida que nos acercábamos pudimos oír perros ladrando. Eso no nos preocupaba, porque le ladran a todo y nunca nos delatan. Estoy convencido de que en Oriente Próximo los perros nunca dejan de ladrar. Al aproximarnos, el terreno se volvió cenagoso y empezamos a ver árboles e incluso pequeños viñedos. A unos quinientos metros de distancia distinguimos la silueta del complejo. Era un punto de set, la última oportunidad para prepararnos para el ataque. Levanté la mano y cambié las baterías de las gafas de visión nocturna para asegurarme de que no se agotaban en pleno tiroteo. Baterías nuevas, comprobar. Estaba listo.

Los helicópteros nos pasaron por encima. Eran las putas Fuerzas Especiales del Ejército con helicópteros pequeños. Se habían negado a entrar. Querían aterrizar sobre la X. Los británicos hicieron lo mismo, pero ellos llegaron en un Chinook, que hace un ruido de espanto.

Nuestros hombres empezaron a maldecir. Todo el mundo sabía que estábamos allí y ahora teníamos que darnos prisa. Los francotiradores y los soldados que llevaban las escaleras fueron corriendo hasta los tejados más cercanos. En cuanto subieron, oímos disparos. De repente, todo el mundo estaba abriendo fuego. Avanzamos hacia nuestro objetivo —‌a cada unidad le correspondía un complejo— y entramos a oscuras utilizando la nueva táctica.

Mi equipo llegó a la entrada principal del «edificio 1-1», nuestro objetivo. Dado que estaba librándose una batalla a nuestro alrededor, decidimos colocar una carga explosiva en la puerta delantera. El líder de mi equipo cubrió al franqueador cuando se aproximaba. Luego colocó la carga, se situó a una distancia prudencial e hizo saltar la puerta por los aires. La carga llenó la casa de polvo y Andy, Jonny, otros dos hombres y yo avanzamos en nuestra formación habitual de combate cuerpo a cuerpo, pero moviéndonos de forma más metódica, porque no se puede correr con las gafas de visión nocturna puestas. Yo iba en cuarta posición. Como en la casa del terror de un parque de atracciones, desde una puerta asomó un hombre apuntándonos con un AK-47. Nos quedamos mirando mutuamente, pero él no podía vernos. Éramos como fantasmas. Antes de que pudiéramos disparar, volvió a desaparecer. Andy y un compañero muy corpulento cruzaron la puerta y oí el característico tableteo de la metralleta de este último. Lo acribillaron. La situación nos dejó un poco atónitos. Aquel grandullón, un tipo duro, no había matado nunca a nadie y acababa de pegarle un tiro en la cara a un hombre.

Según aprendí, en un



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